Un año más, el adviento, nos trae un mensaje sobrecogedor:

Dios tiene un deseo permanente de acercarse al hombre.

Quiere hacernos partícipes de los tesoros de su amor y de su gracia.

Dios nos ha creado para que podamos conocerlo y amarlo y encontrar lo único que puede saciar nuestro deseo de infinito y de plenitud y por eso viene, para que comprendamos nuestra dignidad y cuál es nuestro lugar en el corazón de Dios y no nos conformemos con menos.

Ante ese deseo de Dios que viene ¿Cuál es mi actitud? El adviento es el tiempo que suscita en nosotros el deseo de Dios. Y desear a Dios es desear las cosas de Dios más allá de cualquier otra posibilidad en nuestra vida.

Demos cabida a Dios cada día. Abrámonos a su presencia en nuestra vida, en nuestro pensamiento, en nuestras realidades personales.

Dejemos que Dios se acerque a nosotros y sane nuestro corazón herido, que experimentemos su consuelo y hagamos nuestro su mensaje, el evangelio como norma habitual de vida.

Dejar que Dios venga a nosotros es dejar que nos salve y, su vida eterna, sea para nosotros el único deseo de nuestros corazones.

Dejemos que venga a nosotros por María y que su ejemplo de acogida sea para nosotros un espejo donde nos miremos y su presencia nos transforme y todo se llene de Dios.

Rvdo. José Antonio Ibáñez García.
Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Santa María de Murcia.
Consiliario de la Real Hermandad de Caballeros de la Virgen de la Fuensanta.