El Santuario

El suntuoso Santuario que hoy acoge a la Patrona de Murcia ha ido creciendo al mismo tiempo que la devoción por la “Morenica” (como popularmente la conocen sus devotos). Así, el templo que aparece en los documentos ya mencionados de 1429 y 1522 era una ermita pequeña y sencilla.
Fue el 2 de Febrero de 1694, tras la primera bajada de la Virgen de la Fuensanta a Murcia, cuando el Cabildo Catedralicio mandó levantar un nuevo templo en sus terrenos del monte, que estuviera acorde con la devoción que estaba ganando la imagen mariana allí venerada. Se levantó un templo barroco, de planta de cruz latina, con fachada de piedra realizada en 1705 por Toribio Martínez de la Vega, en la que aparecen grandes ángeles, el escudo del Cabildo y la escultura de la Virgen de la Fuensanta, flanqueada por los patronos de la Diócesis de Cartagena, San Fulgencio y Santa Florentina. El interior estaba presidido por un espléndido retablo mayor y Camarín realizados y firmados por el marsellés Antonio Dupar en 1722. Entre 1925 y 1926, con motivo de la inminente Coronación Pontificia de la Virgen de la Fuensanta, el Arcediano de la S. I. Catedral y Comisario del Santuario, D. Rafael Castillo Sáiz, costeó la construcción de dos nuevas y airosas torres de estilo neobarroco en la fachada principal del Santuario, sustituyendo a los humildes campanarios anteriores.
Durante la Guerra Civil española de 1936-1939 el Santuario fue incendiado y destruido casi en su totalidad. Tan sólo se salvaron el cuerpo arquitectónico de la fachada principal, la cajonería renacentista de la Sacristía, los cuadros de exvotos que hoy se muestran en dicho espacio y en la subida al Camarín y la propia imagen de la Virgen de la Fuensanta. Tras la Guerra Civil se realizó un primer retablo para el Santuario, obra sin calidad ni valor, ya que estaba realizado en escayola.

Pronto se constituyó la Junta pro Reconstrucción del Santuario, que en unos tiempos de tanta pobreza como la posguerra logró desarrollar un proyecto de grandísima calidad artística y material, como es el edificio que se contempla en la actualidad. La reconstrucción del templo fue adjudicada al proyecto ganador del II Premio del Concurso convocado en 1950, realizado por los arquitectos Eugenio Bañón Segura y Damián García Palacios, y por el diseño de la decoración artística del gran escultor murciano Juan González Moreno, quien realizó los magistrales altorrelieves de madera policromada y estofada que se muestran en todos los altares del interior y en el retablo mayor, narrando la vida de la Virgen María. Así, en el retablo mayor aparecen la Natividad de la Virgen, la Anunciación, los Desposorios, el Sueño de San José y la Visitación a Santa Isabel. En las naves laterales se encuentran el Nacimiento de Jesús, la Huida a Egipto, la Epifanía y la Presentación en el Templo. Y por último dos monumentales altorrelieves en el transepto representan la Asunción de María y su Coronación como Reina de Cielos y Tierra. González Moreno consideraba este amplio conjunto de relieves como su mejor obra, realizando también para el interior del Santuario los querubines que sostienen el Coro y que presiden las portadas del presbiterio, así como los ángeles marmóreos de las portadas del Camarín y la Sacristía. Toda su obra otorgó al interior del Santuario una notable armonía y suntuosidad.

La Iglesia es de planta de cruz latina, tres naves, crucero cubierto con cúpula de media naranja, coro alto, presbiterio destacado y Camarín unido al muro del mismo. El retablo mayor, la bóveda del Camarín y el tabernáculo-expositor fueron construidos por el tallista e imaginero granadino Nicolás Prados, mientras que el trono estable de la Virgen y los paramentos que la rodean en el Camarín, así como los relieves de madera dorada que adornan todas las pilastras de la Iglesia, fueron realizados por el gran tallista e imaginero murciano Antonio Carrión Valverde. Tanto en dichas pilastras como en el trono de la Virgen en el Camarín, Carrión talló unas breves cascadas de agua recubiertas de pan de plata, simbolizando el título de la Patrona, Fuente Santa.

El pintor murciano José Antonio Molina Sánchez dibujó los cartones para las vidrieras y otro gran pintor de la tierra, Pedro Flores, dejó su mejor obra en los frescos que decoran la cúpula del crucero y el muro del Coro alto. En la cúpula realizó una glorificación de la Virgen de la Fuensanta, mediante una romería idealizada, en la que a parte del pueblo, participan multitud de personajes de la historia de Murcia, como Saavedra Fajardo, Salzillo, el Cardenal Belluga, el Conde de Floridablanca,…, o grupos de la vida religiosa de Murcia como los nazarenos de Semana Santa o las campanas de auroros. Mientras que en el Coro pintó un fresco representando de forma solemne el momento culminante de la Coronación Pontificia de la Virgen de la Fuensanta. Pintó también Flores el Calvario que preside la artística cajonería de la Sacristía.

 

También en esta época, los alrededores del Santuario fueron embellecidos por un interesante proyecto dirigido por el entusiasta murciano José Alegría con la ayuda de Bartolomé Bernal, combinando la arquitectura regionalista con la belleza del entorno natural. Así, se restauró la Fuente Santa, monumental espacio presidido por una escultura de Santa Ana con la Virgen y el Niño, de donde mana el nacimiento de agua que da nombre al entorno y a la imagen de la Patrona, cuyas aguas han sido consideradas secularmente como milagrosas gracias a la intercesión de la Madre de Dios.

También se monumentalizó la entrada a la “Cueva de la Cómica”, situada sobre la Fuente Santa. Aquí vivió desde 1610 y de forma penitente Francisca de Gracia, apodada “la Baltasara”. Era una actriz y comediante que se encontraba en Murcia ofreciendo su espectáculo. Un día asistiendo a Misa a los pies de las gradas del Altar Mayor de la S. I. Catedral, vio cómo la Virgen se le acercaba y le invitaba a llevar una vida dedicada por entero a Dios. Decidió trasladarse a vivir junto a su marido en la cueva citada y donó y acomodó todas sus joyas y vestidos para la imagen de la Virgen de la Fuensanta. Murió en su cueva con gran fama de santidad entre los murcianos.

Dentro del plan de los alrededores del santuario también se embellecieron las famosas Siete Cuestas, por donde baja y sube la Patrona de Murcia en sus romerías anuales, decoradas con bellos azulejos de los misterios del Rosario. Así como la más empinada y estrecha subida del Via Crucis, que parte desde detrás de la Fuente Santa.

Por último, ya en los años ’60 del Siglo XX, se realizó la última fase a cargo del arquitecto Fernando Garrido, quien construyó la hospedería aneja al Santuario (hoy Abadía de Madres Benedictinas) y terminó el embellecimiento general del exterior de la Iglesia.

El edificio neomudéjar que se levanta en un promontorio junto al Santuario fue construido en el Siglo XIX como Casa del Cabildo Catedralicio. Ascendiendo hasta el mirador de sus pies se puede obtener una espléndida vista panorámica de toda la Vega Media del Segura, con la Ciudad de Murcia en el centro y, hacia la derecha, se alcanza la visión de la Vega Baja, ya en la Provincia de Alicante, donde también es muy venerada la Virgen de la Fuensanta. El recinto del Santuario ofrece otros servicios como tienda de recuerdos de la Virgen, cafetería, aparcamiento, etc.

La vida religiosa y cultual del Santuario (a parte de las populosas romerías) es muy activa y multitudinaria, sobre todo cada fin de semana, en los que miles de personas acuden a las distintas misas que ofician los canónigos de la S. I. Catedral y que cantan y preparan las Madres Benedictinas, quienes igualmente ofrecen en la tienda de recuerdos las típicas almendras garrapiñadas de la Fuensanta, realizadas artesanalmente por ellas mismas. También existe la posibilidad tras las misas de cada fin de semana de acceder al sagrado espacio del Camarín de la Virgen de la Fuensanta, para poder admirar su imagen y rezarle más de cerca e íntimamente.

Igualmente, el Santuario es elegido por multitud de fieles para celebrar en él sus bodas, aniversarios matrimoniales, etc. Y también es foco principal de recepción de grupos de turistas y de peregrinos, sobre todo los que acuden durante todos los días del mes de Mayo a traer sus flores a la Patrona de Murcia.